La hidratación de la piel es una de las cuestiones más importantes para mantenerla en pleno estado de salud, brillante, joven y atractiva para los demás.
Varios expertos señalan que en un 90 por ciento, la belleza de la piel depende de una correcta hidratación y además señalan que el 90 por ciento de los síntomas de la piel seca desaparecen con una correcta limpieza. Por ello, la hidratación y la nutrición son algunos cuidados básicos que necesita la piel para luchar contra los efectos del medio ambiente ante los cambios bruscos de temperatura y las agresiones externas cotidianas.
Podemos proteger la piel con una crema hidratante consistente, rica en grasa para evitar la pérdida de la capa hidrolipídica de la piel que es la que la plastifica y le aporta elasticidad. Las personas con cutis sensibles deben mostrarse cuidadosas con los cambios bruscos de temperatura y extremarán sus precauciones para mantener su piel hidratada durante la mayor parte del día. Igualmente, utilizar demasiadas prendas de vestir provoca falta de oxigenación que impide que transpiremos correctamente, lo que puede provocar la descamación de la piel.
El 90 por ciento de la belleza de nuestra piel depende de una correcta hidratación. Por ello, hidratar correctamente la piel no consiste en aportarle únicamente agua, sino en lograr que se retenga en su interior, lo que permite una hidratación constante y nos garantiza una piel sana. Por ello, debemos hidratar la piel cada día comenzando por una limpieza suave.
En cada lavado, la piel pierde el 25 por ciento de su hidratación natural, razón por la que hemos de encontrar jabones que no resequen excesivamente la piel y que permitan conservar la hidratación interna de la misma (capa hidrolipídica). Con ello, conseguiremos aumentar el tono de la piel, su luminosidad, suavidad, textura, elasticidad y flexibilidad.
Si utilizamos cremas hidratantes debemos realizar movimientos básicos de masaje que mejoren la circulación, combatan el estrés, relajen los músculos y estimulen el sistema linfático. El masaje debe ser constante y uniforme, vigoroso en la musculatura y más suave en las zonas óseas. Debemos trabajar las zonas tensionadas que se detectan por la rigidez de la piel y musculatura. Para no hacer lo que no se debe, realizaremos deslizamientos rotativos y ascendentes con las palmas de las manos.
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